Las plantas carnosas prosperan en cualquier tipo de suelo con tal que sea ligero y permeable.
Estas cualidades impiden que el agua de los riegos se estanque, lo cual provocaría una especie
de fermentación de las raíces, y más tarde de toda la planta.
En general se pueden recomendar dos tipos de tierras compuestas, constituidos como sigue:
1 parte de arena de río bien lavada y con grava menuda.
1 parte de tierra buena, rica en humus (i.e. mantillo rico en elementos orgánicos),
que se reconoce fácilmente por su color castaño.
5% de polvo de carbón vegetal que se añade como antiséptico, i.e. para impedir
que los parásitos invadan la tierra.
También pueden mezclarse:
2 partes de arena de río lavada.
2 partes de tierra de brezo o de castaño preparada.
1 parte de escombros pulverizados provenientes de los materiales de derribo de casas revocadas con cal.
5% de polvo de carbón vegetal.
El compuesto de estas tierras ha de ser muy homogéneo, y es preferible prepararlo dos o tres meses antes de utilizarlo.
Una vez al mes, se le dará una vuelta completa. No debe quedar expuesto a lluvias violentas, que podrían hacerle perder buena
parte de sus principales nutritivos.
Debe saberse que existen mezclas ya preparadas que pueden comprarse y que para muchas especies funcionarán muy bien. Sin embargo,
es bueno siempre consultar los cuidados especiales para cada especie antes de decidir que suelo utilizar. Esta misma
regla se aplica a la hora de realizar los riegos. Ya que una especie más tropical epífita requerira una mayor cantidad de agua
y distinto sustrato comparada con una especie que habita en un terreno completamente árido o entre las rocas.